Los niños y las niñas tienen derecho al juego, nos lo recuerda el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño que hoy cumple 25 años #CDN25años. Y en La Almunia, ¿se cumple?
Escribo este texto con tristeza y con la responsabilidad de alertar sobre la deriva hacia la que parece que nos están llevando algunas decisiones tomadas en los últimos meses, que afectan a aquellos a los que como ciudadanos, padres y madres, y responsables públicos y privados, deberíamos proteger y promocionar al máximo: a los niños y las niñas.
Suena muy tremendista decir que en La Almunia se incumple la Convención sobre los Derechos del Niño, pero por más que lo pienso y lo repienso, creo que no se está acertando cuando se toman medidas que afectan directamente a las posibilidades de desarrollo de la infancia en La Almunia y que no sólo no se promueven medidas de desarrollo integral de la participación infantil cuyos resultados a corto y largo plazo son más preventivos y educativos que cualquier medida coercitiva o punitiva, sino que se legisla y se adoptan decisiones económicas y normativas que les afectan directa e indirectamente en su desarrollo.
Las medidas que prohiben el juego, niegan la posibilidad de la mediación o la negociación como forma de resolver los conflictos que tanto en el juego como en la vida se dan y son intrínsecos a la vida en sociedad. Las medidas que dificultan la accesibilidad al espacio de juego o de esparcimiento, en especial a la infancia en dificultad social, económica o familiar, están aislando y estigmatizando a una parte de la infancia.
Están generando una fractura social, puesto que dividen a los niños (y por tanto a la sociedad) en ricos y pobres, en de aquí y de allá, en autóctonos y en inmigrantes, en buenos y malos. Y estas medidas esconden efectos perversos y colaterales que en nada benefician a nuestro pueblo –que ya es el ejemplo de cómo no se debe legislar desde la institución municipal sobre la convivencia o las medidas promocionales de la infancia-, ni tampoco solucionan los problemas de conciliación de intereses, y alertan sobre la necesidad de eliminar de la calle a las personas que juegan, aunque de fondo sean determinadas personas que juegan y a las que hay que quitar de la calle y de la vista.
Quisiera abrir una propuesta de diálogo, una iniciativa de conciliación entre las partes, que sólo al identificarlas me causa rubor, porque al pensarlo, pienso en el fracaso que como sociedad hemos cometido al necesitar una estrategia de mediación para que los niños y los mayores, los que juegan y los que ya no, los que utilizan la calle para crecer, socializarse o convivir y los que pasean, transitan, disfrutan de su ocio o descansan, se sientan y reposan en sus casas.
Estamos a tiempo de rectificar, de reconocer que hemos de proteger, promocionar, educar, apoyar, ayudar, rehabilitar, regular, resolver, intermediar, para que los conflictos por jugar no nos lleven a la deriva como sociedad almuniense.
Y sí, como trabajador social, educador, experto en participación, dinamización comunitaria, padre, ciudadano activo e implicado en actividades culturales, agrícolas, sociales, económicas y comerciales, activista político, concejal, ciudadano del mundo, creo que no puedo sino seguir alertando de la necesidad de proteger a la infancia en general. Y en especial a la infancia en riesgo, porque vive en una sociedad que no le protege o porque vive en una familia en dificultad social y económica, refozar a los niños con carencias y en proceso de aprendizaje de habilidades comunicativas,sociales, educar en los derechos y deberes, en los límites. Y pienso especialmente que hemos de escuchar a los niños, dejarles hablar, participar, opinar, sugerir, inventar, equivocarse, intentar, soñar, y acordarnos de nosotros mismos, todos y todas, que hemos sido niños/as, y ahora tenemos la posibilidad y la responsabilidad de construir un mundo mejor, y dejarles a nuestros sucesores, los niños y niñas nuevamente una sociedad más pacífica y más sostenible. Pero con ellos, no contra ellos.
Eliminando derechos de los niños y niñas sólo conseguiremos que crezcan en el odio, en las carencias y sin comprender por qué los mayores, y en especial los políticos que toman decisiones, decidieron un día prohibirles, impedirles o dificultarles la actividad con la que aprendían a ser PERSONAS: el juego.
También existe la posibilidad de que los niños sean quienes denuncien la vulneración de sus derechos ante la ONU por la vulneración de sus derechos según el III Protocolo Facultativo de la Convención de los Derechos del Niño. En este caso la vulneración del artículo 31 es flagrante en La Almunia, pero en la tramitación de determinadas normativas que les afectan, tampoco se les ha escuchado como dice el artículo 12 o se ha tenido en cuenta su interés superior como dicen el artículo 2 o el 3. En la planificación de las normas que les afectan como ciudadanos, o como vecinos, por ejemplo.
Lo dicho, propongo un pacto de sentido común y de inteligencia municipal, de los organismos y organizaciones, de la ciudadanía, por la infancia de La Almunia, algo así como una reflexión con calado y con un horizonte ambicioso para solucionar problemas, resolver conflictos, prevenirlos y promover una planificación global que tenga entre sus prioridades a los niños y niñas vecinos y vecinas de La Almunia, sean de donde sean y vengan de donde vengan, hayan o no nacido aquí, o estén de paso, aquellos a los que les debemos mostrar nuestra capacidad de conseguir su felicidad. Y que las reflexiones comiencen por el juego y abarquen hasta el ocio, el deporte, lo educativo, lo urbanístico, el descanso, los espacios, en definitiva, el modelo de pueblo que queremos tener, y que bien pensado, diseñado desde la mirada de la infancia, seguro que también es un pueblo más adecuado para mayores, familias, jóvenes….
Un pacto por la infancia, suena muy bien. A mi parecer, claro.