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José Manuel Latorre Martínez. SEVE

Empiezo dando la enhorabuena al Concejal de Festejos, Seguridad, Deportes y Presidente de la Comarca de Valdejalón por haber conseguido algo impensable, la unanimidad de los padres con sus hijos adolescentes y con los jóvenes de La Almunia en general: en La Almunia lo difícil es divertirse.

Al Gobierno de Aragón no le doy las gracias ni mucho menos por aprobar una norma de aplicación a los espectáculos ocasionales en recintos cerrados que protege a los menores justificándose en una ley de protección de los Menores en Aragón que lleva incumpliendose desde 2001 en lo que a espectáculos y recintos se refiere, 14 años.

Al Ayuntamiento de La Almunia tampoco le doy las gracias por la aplicación zafia y burda de una norma que sin haber informado de ella con antelación suficiente (se aprobó en febrero de 2014 y se aplica desde diciembre de 2014 -curiosamente en las fiestas de septiembre, no-). A esta falta de información le sumo el trato maleducado, y casi vejatorio que tanto las fuerzas de seguridad local propinan a niños/as (sí, los menores son niños) de 14 años o más y del personal de entradas y salidas carentes de las habilidades sociales básicas para informar sobre deberes y derechos a padres y menores.

Claro que hacer una norma y aplicarla pase lo que pase es cumplir la ley. Pero también es «tirar la piedra y esconder la mano» porque no están previstas las medidas para resolver los efectos colaterales, imprevistos o perversos que generará, o que ya están generando:

1. Los menores se sienten amenazados, y no protegidos, porque despacharse prohibiendo comportamientos sin promover espacios o actividades alternativas igual de atractivas o más en el ocio es irresponsable.

2. Las familias se sienten indefensas y enfadadas a la vez porque ahora forman parte y han de compartir con sus hijos adolescentes y jóvenes su tiempo y espacio de ocio y autonomía precisamente cuando ese tiempo es de no-padres. Y se sienten acusadas de ser cómplices de que sus hijos/as incumplan la ley -que tantas veces ellos han incumplido, al no existir tal ley- y por tanto también se sienten juzgados.

3. Los lugares de ocio se trasladan a nuevos sitios, normalmente ocultos a la vista de «intrusos» como parques, descampados o locales, peñas o el propio domicilio, generando problemas añadidos con vecinos o con la policía que también tiene que vigilar estos lugares. Pronto habrá botellón para entrar al ‘corralillo de menores‘ y desde ahí se pondrá de moda saltar la valla, que con ‘poca sed‘ cuesta menos.

4. Los bares pierden clientes, y no generan nuevas formas de ocio -porque para ello tendrían que tener espacios propios para memores e invertir o cambiar sus horarios u ofertas- no dedicadas a la actividad principal actual de la venta de bebidas alcohólicas. Perder clientes también supone perder empleo y beneficio.

Por todo ello yo me pregunto, ya que se ha empezado a aplicar la norma de espectáculos, ¿Se van a prevenir los botellones en La Almunia?, y ¿Se van a promover actividades para jóvenes?, o ¿Se va a seguir cogiendo ‘la zanahoria por las hojas‘?, y lo siguiente será prohibir las peñas, porque claro, allí se bebe, se fuma o se toman drogas (puestos a ser claros seamos claros), claro que ocultos de la vista de los mayores y de la policía a la que una vez que los chavales vayan ideando argucias para burlar la vigilancia policial exigirán una orden judicial, aunque con la Ley Mordaza y la del enjuiciamiento penal la patada a la puerta ya es legal.

Curiosamente los padres y madres que han vivido una adolescencia y juventud muy parecida a la que tratan de evitar los poderes públicos locales y del Gobierno de Aragón para sus hijos sin un análisis serio y consecuente, reaccionarán y acabarán auto-inculpándose con sus hijos y serán cómplices del ocultamiento de las bebidas y proveedores de las petacas en las verbenas o compradores de las bebidas de las peñas.

Por eso, acostumbrados como estamos a que el Alcalde de La Almunia, el Concejal de Educación y el de Festejos nos sorprendan, lo más probable es que acaben prohibiendo la diversión en La Almunia para todas las edades. Y así muerto el perro, muerta la rabia.

O no, y con el cabreo intergeneracional la rabia mutará y generará aún más problemas colaterales.

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